CONCIENCIA SOCIAL Y ECOLOGICA

¿PORQUE CONCIENCIA SOCIAL?


La conciencia sin adjetivos siempre fue la misma. Por lo me­nos hasta principios del siglo XX. La conciencia hasta en­tonces era estrictamente individual, estado cognitivo a través del cual un sujeto puede interactuar con los estímu­los ex­ter­nos que forman la realidad convencional e interpre­tarlos.

Aquella conciencia estaba impregnada y condicionada funda­mentalmente por la reli­gión y por las nociones que com­porta la reli­gión del signo que fuere: dios, trascendencia, bien, mal, prójimo, hermano, gloria e infierno y todas las va­riables que queramos identificar. Y por extensión, impreg­nada y condicio­nada por la cultura resul­tante. La conciencia no iba más allá de las cosas, del allegado o del prójimo inme­diato. Cada cual tenía en la sociedad el papel que le co­rres­pondía por la cuna y la clase a la que pertenecía, y es­taba de­terminado por ello o por designio divino de una manera in­evitable, irrefra­gable (que no se puede contra­rrestar). La promoción era irreconocible o anecdótica.

La conciencia social propiamente dicha viene después, prácticamente ayer en com­paración con la historia de la huma­nidad. La conciencia so­cial es aquella que además de sí y del entorno, incluye la percep­ción y "conocimiento" de los demás integrantes de la co­munidad. Y el diafragma a través del que llega la luz de ese conocimiento se va ensanchando desde el círculo fami­liar y la comunidad a la que pertenece pa­sando, luego pasa a las demás comunida­des humanas, una por una, hasta la humanidad compuesta de seres de la misma ontología.


Ligado muy fuertemente el concepto a las ideas de solidari­dad y compromiso, la conciencia social es el primer paso en el ca­mino hacia la alteración de estructuras de discrimina­ción volun­taria e involuntaria ejercidas sobre determinados grupos so­ciales dentro de una comunidad. La conciencia so­cial, por tanto, tiene que ver con la posibilidad de estar al tanto de los pro­blemas intrínsecos habidos en una sociedad integrada por individuos "individualizados" que requieren so­lución. Solución medida por el nivel de conceptuación perso­nal de cada cada cual según su personal idea de necesi­dad o bienes­tar del individuo y del mundo

Esto, como decía, es concebido más o menos hasta princi­pios del siglo XX. Pero en las sociedades occidenta­les la con­ciencia social sigue haciendo referencia a la necesi­dad de ac­tuar en beneficio de aquellos que viven en situacio­nes de po­breza, marginalidad y exclusión por orden de cer­canía. Si bien a menudo este orden se altera en la concien­cia ridícula­mente o contra natura al movilizarse el impulso moral de la ayuda a distantes de la comuni­dad propia, en perjuicio de los que forman parte de ésta. Es como socorrer al vecino y su fa­milia, teniendo famélica a la propia. 
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¿PORQUE CONCIENCIA ECOLÓGICA?
Si todos hacemos un poco, se dice, el resultado agregado será un medio ambiente más saludable para la vida humana. Otros argumentan que, en el caso de los países pobres, es una locura preocuparse por la protección y conservación de la flora y fauna que nos rodean, así como de los demás recursos naturales, pues el desarrollo económico requiere la explotación de todos estos “insumos” para generar riqueza, que eventualmente será repartida por medio del mercado y alguna ayuda del Estado (aunque no necesariamente de manera equitativa). Los que se oponen a esta visión desarrollista son llamados de manera despectiva como “eco-histéricos” o “neo-comunistas” (verdes por fuera, pero rojos por dentro).
Para evitar este modelo suicida de desarrollo, lo primero que debemos comprender es su origen ideológico. ¿De dónde proviene la idea que el ser humano puede hacer lo que quiera con el planeta y los demás seres vivos que lo habitan? En el pensamiento Occidental está clara la influencia de las creencias judeo-cristianas. En el Génesis se relata que el creador mandó a los primeros seres humanos a procrearse y someter al resto de creaturas (ver Cap. 1, 26-31). De esta manera, durante siglos, se ha considerado al ser humano como el centro del Universo, al punto que se creía que el Sol giraba alrededor de la Tierra. Dicho modelo mental aún no ha sido superado, incluso en organizaciones vinculadas al desarrollo y que no profesan credo religioso. Los políticos, por supuesto, no se apartan de estas creencias y presumen al afirmar que impulsarán desde el Estado, políticas que tengan como fin primordial el bienestar del ser humano. Claro que tampoco dicen cómo repartirían los eventuales costos y los beneficios de la explotación de recursos naturales que son propiedad estatal, esto último como consecuencia del mismo modelo establecido, aunque generalmente socializan las pérdidas y privatizan las ganancias.
Los pueblos indígenas han sido de los pocos que levantan su voz en contra del uso indiscriminado de ríos, lagos o montañas, y del exterminio de otros seres vivos que habitan el planeta Tierra. Han sido la conciencia en favor de la biodiversidad. Suethos promueve la armonía con la naturaleza. En algunas comunidades q´eqchi´es de Alta Verapaz, por ejemplo, todavía se pide permiso al “espíritu de la montaña” para ir a extraer sus recursos, como la leña para cocinar. La noción de la Madre Tierra que provee el sustento diario prevalece en muchos pueblos que, por esa razón, aún mantienen un sistema de propiedad colectiva de los recursos (bosques, agua, tierras). De esta manera, los pueblos que en Occidente se consideran como los “menos civilizados” nos dan lecciones de desarrollo sostenible y equitativo.
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